Por fin ayer tuve la oportunidad de volver a hacer un recorrido por los montes de Málaga. Por una razones o por otras, y sobre todo por la lluvia caída, llevaba bastante tiempo sin salir con la mochila y el bocadillo. Pensando que estas últimas lluvias habrían recargado los acuíferos malagueños me dispuse a localizar La Laguna en Periana. Realmente es una charca de origen cárstico que se encuentra colgada sobre un valle.
El camino hasta llegar a la meta es siempre lo más interesante para los que nos gusta caminar. En este caso acompañado de matagallos y retamas, con un calor ya de verano, más propio para irse a la playa, y sorteando todavía algunos charcos dirijo mis pasos a una cortijada al pie de la sierra de Alhama donde se encuentra esta laguna, más bien una charca. Cuenta la leyenda que existía un caserío antiguo junto a una fuente natural y que una noche, después de una juerga en un caserío cercano, al volver sus habitantes descubrieron que el caserío había desaparecido y en su lugar apareció esta charca. Lo más curioso es que al amanecer los gallos seguían cantando sin que se les viera por ninguna parte.
Después continuo camino con la intención de llegar a caserío de Guaro (no confundir con el pueblo de Guaro que está a la otra punta de la provincia de Málaga y allí es donde se celebran las Serenatas de la Luna Mora). En esta pedanía de Periana, con un centenar de habitantes, existen algunas casas al más antiguo estilo andaluz y con sus parras correspondientes a la entrada para tomar el fresco en días de calor. Pude comprobar que la poca gente que allí vive son muy amables y no dejaron de soltar alguna puyita ante la proximidad de las elecciones municipales pues se consideran abandonados por los políticos que sólo llegan aquí cuando tienen que pedir el voto.
Junto a una hermosa era empedrada está el nacimiento del río Guaro que surge de la montaña en una bocamina. Hoy está vallado este surgimiento para evitar accidentes. Como podéis comprobar la cantidad de agua era abundante. Según dicen el descender del agua en tiempos normales es muy relajante pues va acompañado del canto de los pájaros, pero en este momento había que apartarse del agua para poder hablar y entenderse, pues los sifones cársticos de la montaña se habían llenado más que suficiente y salía el agua con toda la fuerza.
Continué después un descenso bordeando el río que en ningún momento se detenía en su caída, ofreciendo hermosos rincones y frescura entre una vegetación de ribera que daba abundante sombra. Muy cerca del cauce hay campos de árboles frutales primorosamente trabajados por los lugareños y me llamó la atención que muchas de las casas que antaño eran las viviendas de estos campesinos hoy se alquilan como casas rurales. Por fin me decido a descansar y comer algo y como sólo llevaba el bocadillo de tortilla de sobrasada, decido que sentarme a la sombra de un cerezo sería lo adecuado para que no me faltara el postre.
Como podéis suponer, hago estos recorridos pensando mucho en vosotros, en lo que voy a contaros y en mostraros lo más significativo. Andar con buenos amigos como vosotros es un placer.